La historia argentina reciente es mejor descubrirla en las palabras de sus propios protagonistas, y mucho mejor si es un vecino nuestro el portador de ese cúmulo de conocimientos y experiencias que con el paso del tiempo la intelectualidad académica va a encargarse de sistematizar los contenidos informativos en los libros de estudio.
José Marcelino Rodríguez afincado desde la década del sesenta en Gregorio de Laferrere, fue uno de los tantos soldados matanceros que pisó la turba malvinera. Entrado los años ochenta, como cualquier joven de la época era notificado para presentarse a hacer el servicio militar obligatorio, y de este modo se produjo su asignación a la Compañía de Ingenieros Mecanizada 10 con asiento en la localidad de Pablo Podestá.
En tiempos de paz, algunas características indicativas le posibilitaba vislumbrar el advenimiento de una operación militar importante, las tropas inferían que existía la posibilidad de un enfrentamiento contra Gran Bretaña, pero jamás imaginaron que eso iba a desencadenar en una Guerra; que finalmente ocurrió el 2 de abril de 1982 cuando Argentina recupera la soberanía nacional sobre las Islas Malvinas e islas del Atlántico Sur.
La reincorporación definitiva de José al ejército se produjo seis días después, y a partir de allí, comenzaron todos los preparativos para ir al teatro de operaciones que se fijó para el día 10 de abril. Su misión consistía en realizar tareas de ingeniería, armado de campos minados, manejo de obra pública y apoyo a la infantería del Regimiento 7, como a la Infantería de Marina que custodiaba el lateral marítimo de las Islas.
En tiempos de Guerra, José estuvo a las órdenes de varios superiores, algunos nombres recordados por él son los siguientes: Matalon, Pagnini, Aguirre, Kejsefman, Salazar y Muñoz. Existieron numerosas etapas en donde debió actuar en soledad porque no tenía compañero de pozo de zorro, hasta ser convocado pos su superior inmediato para integrar la compañía del Comando 602 a las órdenes de Aldo Rico, efectuando patrullajes como Policía Militar.
Su camarada caído se llamaba Sergio Sinchicay quien ametrallado durante un ataque aéreo cayó desplomado prácticamente al lado de José. Los ingenieros del ejército han dejado constancia hasta el presente de realizar un buen trabajo en Malvinas, así lo afirma José cuando declara: “¡Nosotros no nos rendimos, sino que recibimos de jefatura la orden de no disparar más, y eso fue lo que ocurrió!”.
Cuando cesó el conflicto, después de permanecer varios días como prisioneros de guerra en el Apostadero Naval Malvinas, recibieron la orden de salir para embarcar hacia donde estaba anclado el buque Almirante Irizar en el cual se trasladaron, rumbo a Ushuaia, después de pasar por Puerto Madryn, Trelew y el Palomar, un poco en avión y otro en micros con sus cortinas oscuras para no ser vistos por la población, llegaron a la escuela de suboficiales Sargento Cabral donde fueron revisados médicamente; de allí los trasladaron al cuartel y luego de retorno a su ciudad de origen Gregorio de Laferrere.
La resocialización en la postguerra fue aun más cruenta que el conflicto bélico mismo, pero José logró superar ese tramo ampliamente. “Las Malvinas nos pertenecen por historia, por herencia y porque forma parte de la plataforma Argentina”-señala José- “La Soberanía no se negocia, se defiende, yo soy un soldado de la Patria y cada uno desde su lugar es un soldado mas.¡¡¡ No dejen de esgrimir esa bandera hasta poder izarla en lo más alto de Puerto Argentino!!!”.
Por Carlos Javier Alegre.
Profesor en historia
