martes 03 octubre, 2023
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El Haras Pelayo en Rafael Castillo. Historia de un campeón en nuestras tierras

El destacado dirigente turfistico Carlos Tomkinson levanta el puño y festeja el triunfo de su potrillo “Pelayo” nada más ni nada menos que en el prestigioso Gran Premio Carlos Pellegrini de 1906. La victoria en esta carrera de 2.400 metros disputada en el hipódromo de Palermo logró destacar su haras “Lagrange” y a su potrillo que venía desde el año anterior acumulando victorias en otras importantes competiciones del turf argentino como el gran premio “Raúl Chevalier” donde venció a su principal rival “Carnot”  y en el clásico “Progreso” en el cual aplastó a sus contrincantes en milla y media de carrera.

Hacia 1917 don Carlos y su esposa doña Alcira Casares compraron 4 lotes contiguos en el casco urbano del pueblo de Rafael Castillo (actualmente Victorino de la Plaza entre Méndez de Andes y Chavarría, donde años más tarde funcionara la sodería Iracet). Pero además también decidieron crear un haras a las afueras del pueblo (actualmente Castañón y Estanislao del Campo).

El nombre que recibió el establecimiento fue Haras “Pelayo” en un claro homenaje al caballo que les había dado tantas alegrías… y dinero. También fue la morada de este gran campeón purasangre quien paso sus últimos días allí donde el aristocrático ambiente del turf calificaba el lugar como “espléndido”. Y no era para menos, sus 115 hectáreas de inmejorable aptitud, sus tierras negras riquísimas y agua dulce de mejor calidad con números potreros y montes de sombra con plantas frutales.  El haras tenía una casona principal, casa para huéspedes y hasta una pequeña capilla, además de una casa para los peones, mayordomo y visitas. Varios depósitos para máquinas y diversas herramientas, lavadero, galpones con boxes, galpón para padrillos, molino, bebederos, corrales y gallineros. Tal eran las prestaciones del haras del matrimonio Tomkinson en Rafael Castillo que también fue destinada una fracción del campo a la ganadería, actividad que compartían en la zona con la familia de Luis Rapelli y los hermanos Traut.

Pero Carlos Tomkinson pudo disfrutar poco tiempo su campo en esta localidad ya que falleció en 1920 a los 63 años. Fue su viuda, doña Alcira Casares, quien vivió el mayor esplendor del haras Pelayo junto a su nieto Eduardo C. B. Solveyra Tomkinson (1907-1989) quien desde su infancia conoció la pasión por los caballos en el haras de sus abuelos. Él mismo continuó al frente, con dedicación y trabajo, la práctica del este deporte equino.

El ocaso de haras llego para 1935 cuando la sucesión de la señora Alcira Casares de Tomkinson pone a la venta el predio bajo la firma de A.C Taquini y Cía donde se dividió el predio entre tres compradores: Servini R. de Pujadas, F. P Demarchi y Martínez Castro, este último fue quien adquirió la principal fracción del establecimiento donde estaba el casco principal del haras. Años más tarde, durante la década de los ´60,  el antiguo establecimiento fundado por Carlos Tomkinson fue tomado en posesión por el obispado de San Justo y utilizado como colonia de vacaciones y lugar  para retiro espiritual, al parecer el lugar seguía conservando ese aire de tranquilidad y descanso típico de las zonas rurales. Muchos que desconocían la historia de esas construcciones de estilo inglés supusieron que las viejas y deterioradas edificaciones eran restos de alguna estación ferroviaria abandonada.

Hoy el casco del Stud, en manos un empresario del rubro mayorista de supermercado, todavía se conserva en pie y pese a algunas reformas y los años transcurridos es una de las propiedades más bellas y antiguas de la zona.

                                                                                   Leonardo A. Racedo