Desde los comienzos del pueblo de Aldo Bonzi fueron muchos los comercios y comerciantes que marcaron un capítulo muy importante de nuestra historia. Y “Lo de Lázaro”, fue uno de ellos. Por eso vamos a dedicarle este particular capítulo.
Lázaro Marcos vino a la Argentina a principios del siglo pasado desde un pueblo cerca de Burgos, en España, para evitar el servicio militar y en busca de un futuro prometedor. Quien más tarde fuera su esposa, Aurea Polo, también española, llegó al país a los trece años. El matrimonio, junto a su hija Blanca, arribaron a Aldo Bonzi incentivados por Vicente, “el “Gordo”, Carrere. Carrere era un almacenero y panadero que tenía su comercio en Cucha Cucha al 2000, casi llegando a las vías del ferrocarril.
Con el tiempo se le da la oportunidad a Don Lázaro Marcos de comprar un cuarto de manzana en el territorio ocupado hoy por el Jardín Nº 910 (sobre la calle Lino Lagos) y los locales aledaños. En ese lugar decidieron abrir un almacén de ramos generales al que llamó “La Blanca”, en homenaje a su hija, pero como es costumbre en los pueblos, los vecinos terminaron conociéndolo por el nombre de su dueño. Previo a la inauguración se celebró en ese lugar el casamiento de la familia Stefanoni, que resultó un hecho trascendental en barrio, del cual participó toda la comunidad. Incluso tocó en la fiesta una banda de instrumentos de vientos liderada por el vecino de origen ruso, Estanislao Lucasevich, apellido que aún hoy resuena en Bonzi.
Fue así como nació “Lo de Lázaro”. El negocio era muy particular. Tenía variado surtido en sus enormes estantes de roble. Mercadería desde el piso hasta el techo. Allí se podía comprar de todo: artículos de almacén, cigarros, calzoncillos largos (en ese entonces no se podían conseguir corpiños, prenda muy exclusiva que de otro modo debía comprarse en Pompeya).
Foto: Gentileza Alberto García.
El 10 de noviembre de 1930 nace el segundo hijo de la familia, Juan Carlos (anotado por su padre cuatro días más tarde) con la ayuda de la partera del pueblo y de Perpetua, una prima de su madre que fungió como su nana durante los primeros años de su vida. Fue un niño muy esperado por la familia, rubio y hermoso aunque bastante enfermizo.
Don Lázaro incursionó además en depósitos y préstamos de dinero. Los peones que trabajaban en la zona iban a lo de Lázaro a depositar el poco dinero que ganaban (para evitar gastárselo en vicios). Entonces Don Lázaro ponía esa plata en un frasco de vidrio rotulado. Cuando los peones iban a comprar cigarros (en esa época se fumaban unos cigarros cortos llamados Avanti), el comerciante se cobraba directamente de esos frascos.
A mediados de la década del 30, gracias al éxito del negocio, construyeron una casa atrás. Además del almacén, el comercio incorporaba en la trastienda una vivienda para la familia y, desde una entrada lateral por la ahora calle Campion, un bar en el que se congregaban los asiduos. “El boliche contaba con una clientela regular de hombres (nunca entró una mujer) que se reunían ahí para tomar, conversar y jugar a las cartas”, según el libro biográfico “La vida y obra de Juan Carlos Marcos”. El local contaba con seis mesas de madera, una barra y el típico mueble lleno de licores al fondo. Los clientes dejaban atados afuera del local a sus caballos, en un área que con el pasar de los años serviría para estacionar los automóviles, de acuerdo a la descripción detallada en el citado libro. El negocio funcionó tan bien que incluso incorporaron a los hermanos, la hermana y la madre de Aurea, los Polo, quienes se mudaron a vivir al pueblo. Esto permitió que la familia empezara a disfrutar de vacaciones de verano en las playas de Mar del Plata. La familia, incluso, fueron de las primeras en tener auto en Bonzi. Llegaron a tener un Ford T y un nuevo Chevrolet, que por fines de los años 30 era un gran lujo.
En su biografía, Marcos rememora el pueblo de Bonzi como generalmente tranquilo pero también en ocasiones como un lugar de bandoleros, como los que en alguna ocasión iniciaron un tiroteo afuera del bar de su padre, dejando huecos permanentes en las puertas del local.
En el libro Historias de mi pueblo, Aldo Bonzi y pueblos vecinos de Constantino Girópulos también hace referencia a un episodio delictivo, sin hacer mención al año: “Siendo a las 22 hs. y en momento que bajaban las persianas, dos personas entraron y asaltaron robándole todo lo recaudado y mercadería, según declaró Don Lázaro, que era el segundo asalto de esa forma. Eran tiempos malos y de caudillaje”.
Este lugar se hizo muy popular en el pueblo que recién comenzaba a surgir. Además tenía una cancha de bochas y la gente aprovechaba para pasar su tiempo de esparcimiento ahí. También se festejaban fechas importantes mientras se tomaban una ginebrita.
A mediados de la década del 60, con la muerte del matrimonio, el negocio deja de existir. Los terrenos quedaron en manos de su hija Blanca (que también usó la vivienda como casa de fin de semana), y luego de los nietos. El sector de la esquina fue alquilado para emplazarse ahí la Delegación Aldo Bonzi del Banco Provincia, que se inauguró a finales de esa década, en período de la gobernación provincial de Oscar Alende.
Lic. Laura Ledesma
