Cuando parte del territorio de Virrey del Pino aún formaba parte del sur de González Catán, hubo una zona que fue convocante de muchas familias que llegaban hasta el arroyo Morales a la altura de la Ruta 3.
Los márgenes norte y sur del arroyo Morales fueron el primer gran atractivo turístico de Virrey del Pino. A derecha e izquierda de la ruta, se habían generado parques que aprovechaban el balneario natural de un arroyo de aguas cristalinas, tranquilas y de poca profundidad que se pudo conocer hasta 1960. El lugar, una belleza natural, fue un sitio clave en combates, batallas y ententes de todo tipo. Allí, a un costado del precario puente que el Camino Real a Cañuelas tenía sobre el Morales, existió un puesto de control para evitar “visitas” no deseadas en tiempos de Rosas. Testigos hablan de dos postas de vigilancia; vamos a verificar la existencia de al menos una de ellas. Sobre las orillas del Morales también existieron grandes ollas de agua que habían quedado de la extracción de arena que allí se hizo y que por su alta peligrosidad fueron llamadas “pozos de la muerte”.
En esa zona de Virrey del Pino habían quedado unas parcelas que habían sido usadas como playas públicas. Son interminables las anécdotas de los matanceros que iban a pegarse un chapuzón al Morales, que aún conservaba aguas cristalinas y fauna acuática. Esto lo confirman las promociones que habían lanzado las empresas comercializadoras de tierras. Veamos qué interesante es este dato: “En el margen izquierdo del Balneario General Mitre, lugar de seguro y sano esparcimiento para las familias de la zona y personas de las regiones vecinas que van a practicar los encantos de la pesca y la natación en sus mansas y saludables aguas”. Si bien esa leyenda mencionaba el “Balneario General Mitre”, el primer nombre que se conoce es el de “Balneario Paso Morales” de una publicidad del año 1946. Por un tiempo también se lo llamó “Balneario Municipal Puente Ezcurra”
Los fines de semana de los años 50 era común ver la llegada de turistas con sus bolsas repletas de comestibles, soda y vino para armar un pequeño día de campo junto al río. Hasta habían armado una pieza de huéspedes y baños con chapas de zing. Llegaban personas de mucho dinero con autos importantes, se calcula que un centenar de vehículos arribaban cada fin de semana.
Para hacer más atractivo al lugar había un tajamar con compuerta y estaban parquizadas las playas del Morales. Estaba tan promocionado el lugar que había Un colectivo exclusivo para transportar turistas que veían a ver las mojarritas, los bagres amarillos, las tarariras, las anguilas y otras especies. El arroyo no era muy profundo, era de poca corriente lo que lo hacía más atractivo para las familias que recalaban en las playas o en los modestos campings que poblaban la zona.
ALEJANDRO ENRIQUE
Historiador y periodista
Subsecretario de Cultura y Educación de La Matanza
